El último tango en París

Play, El último tango en París, con Marlon Brando, a ver de qué es capaz este tipo...
Lo que el tito Obdemurian Opina
Recuerdo cuando se estrenó una película llamada Nine Songs, cuyo argumento básicamente era; nueve polvos muy explícitos entre los que se intercalaban nueve actuaciones de los grupos mas cool de ese momento. Luego estaba la historia de amor, hilo conductor de la película, que iba variando en intensidad. Lo escandaloso de esta película era que los actores practicaban sexo realmente. Pues bien, para no desviarnos, el último tango en París me ha parecido lo mismo pero sin Franz Ferdinanz ni Superfurries por medio. Una sucesión de juegos sexuales, muy avanzadas para la época, alguna incluso para estos días donde porno acrobático se nos vende como el súmmum de las artes amatorias, vertebradas por un romance.
La única diferencia con Nine songs es que a la primera se la tachó de porno encubierto y a la de Brando se la pone en la estantería de las obras maestras. Para mi, Nine songs es menos atormentada y más creíble, aún siendo más un extraño ejemplar que un peliculón, personalmente me gustó más.

Cierto tufillo setentero
El film rezuma, en ocasiones a chorros, la psicodelia propia de los años setenta. Lo único que me creo de Brando, y en general de la película, es el dolor y soledad. Me quedará la duda de si haberla visto en versión original hubiera cambiado algo, pues la señora que dobla a la chica, Jeanne, tiene una voz como poco estridente, además el doblaje es evidentemente pésimo.
Los diálogos son forzados casi siempre, absurdos en ocasiones, hay personajes que chirrían al poco de aparecer en escena, es como si todo el mundo mojara en el café del desayuno hermosos trozos de bizcocho de marihuana.

Mi decepción

Los protagonistas son sólo un poco menos cargantes. Pensad que uno va a la buena de Dios, conociendo el nombre de algún clásico en que Brando ha participado, pero sin tener un recuerdo nítido de ninguna de sus películas y encuentro a un hombre cuyo atractivo cae en barrena, comenzando a convertirse en el vito Corleone que todos tenemos en mente, dentro de un extrañísimo experimento en el cuál se hace imposible integrar todo lo que había oído de él. Tal es la condradicción que me produjo, que inmediatamente después de verla pregunté a gente que la había visto y leí opiniones acerca del film, y casi todos venían a decir lo mismo; Brando grande, la peli algo raruna.
Mi decepción solo puede resumirse con algo que le suelen decir a Flipy en el hormiguero después de cagarla tratando de mezclar leche con colacao: ¡¡¡FracaaaAAAAaaaaso absoluuuUUUuuuto!!!
Paul es un enigmático americano que pulula por las calles de París con una profunda amargura interior que se nos irá revelando poco a poco. Jeanne es una joven alocada y en ocasiones cándida que tiene por novio a un cineasta de dudosa calidad y aún más cuestionable futuro.
La chica busca piso y echa un vistazo a uno en alquiler, donde de forma imprevista encuentra a un hombre abatido y algo desaliñado encogido en un rincón, es Paul, aunque ella nunca llegará a conocer ese nombre. Tras un apasionado encuentro, sus vidas quedan unidas por una relación sujeta a extrañas normas; sin nombres, sin pasado, sin vida fuera de aquel lugar donde serían dos perfectos extraños, cada encuentro sería apasionado como el primero, o el último. La traición y la decepción no tendrían cabida entre esas paredes. Pero estos juegos nunca son tan asépticos, y Jeanne traspasa el umbral de gozar con una relación inquietante y misteriosa, rindiéndose a la belleza inesperada de un hombre maduro, de carácter fuerte, dominante y atormentado.
Una y otra vez Jeanne se siente despreciada y humillada, arraigando así el desencanto en el corazón de la joven. Paul no es de piedra y desea ser menos ajeno para ella, dar un paso, hasta el punto de contarle todo su pasado, por el temor a ser abandonado. Aún así el desencuentro es inevitable, Jeanne decide terminar la relación y casarse con su novio, del que no parece estar muy enamorada. Paul se ha enredado en su propio juego y ahora no puede aceptar el fin de algo que nunca había comenzado. Ha logrado romper con el pasado que le atormentaba y ahora sería capaz comenzar una nueva vida. Ella planta al novio casi en el último momento, sabe que el despecho la haría una infeliz. Pero tras ir al encuentro de su querido extraño, se da cuenta de que tampoco puede amarlo a él, todo se ha terminado de romper. Paul trata de persuadirla en un último intento por arreglarlo pero todo se derrumba, tornándose una espiral de desesperación que no puede terminar bien.

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